La escritura de una novela es uno de esos proyectos que uno debe tomarse con calma, pues requiere de muchas horas sentado delante de la pantalla, mucha planificación, mucha constancia… Y también precisa mucha energía. En los últimos meses, toda esa energía la he estado dedicando a hacer avanzar la segunda parte de Nieblas sobre Utara, sin embargo, me gusta mantener siempre un pie dentro de ese hermoso paisaje que es la poesía, ya sea como lector o como escritor, así que de cuando en cuando, me siento un rato boli en mano para tratar de arrancarle al día (o a la noche) unos retazos de inspiración. Aquí va el fruto de uno de esos intentos.
Lecciones de un niño que supo cómo volar
Peter Pan me ha enseñado tantas cosas…
Me ha enseñado que puede haber belleza en la tristeza,
que los sueños no solo habitan en las camas,
que no todas las cosas caben en la palabra nunca.
Que uno puede caer por tratar de volar,
pero también aprender de la caída.
Me ha enseñado que las semillas de hoy
no son solo los frutos del mañana,
si no también el recuerdo de otras flores que ya disfrutaron de la lluvia,
sobre las cuales bailaron las abejas.
Que el tiempo siempre huye, y duele a veces
y quien se marcha no siempre guarda la palabra regreso en sus bolsillos,
(por más que la lleve escrita en un deseo).
Que la distancia pesa,
hiere y quema y lleva hacia el olvido
como un recién nacido lleva hacia la ternura,
pero que su mordisco no siempre alcanza a ser mortal.
Que algunas preguntas viven mejor sin respuestas ,
que el alma ocupa tanto espacio como tú quieras dejarle.
Peter Pan me enseñó, aunque tarde,
que crecer era una trampa.
Este poema llega a mi orilla en el momento perfecto. Casi parece escrito para mí, gracias David por tu sensibilidad.
Ya sabes que es todo un placer 🙂