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El abismo de la nada

También nosotras morimos de años. También nosotras tememos al reloj. También nosotras aprendimos que, entre días y noches, a veces cabe la alegría, y a veces sólo la tristeza.

Supimos de arrugas que marcaron nuestras pieles arcillosas, y de grietas, hijas del tiempo, que nos dieron el privilegio de la sabiduría, pero también la conciencia de la vejez.

Cansadas ya de contar inviernos, lentos, tediosos inviernos, hace mucho que descubrimos que el silencio es peligroso: es la forma que la nada tiene de hablarnos.

Y cuando al fin, nuestras vigas, nuestros techos, empezaron a ceder ante el peso de mil memorias acurrucadas entre las tejas, cuando se quebraron y la mirada inconmovible de las estrellas entró en nuestros interiores, ese día comprendimos que el tiempo es un abismo del que rara vez se escapa.

Fotografía: Guada Caulín
Publicado enEscrituraimagenenpalabrasRelatos

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