—Papá, ¿por qué fotografías las hojas? Solo son hojas.
El padre detiene un momento su movimiento a media altura camino de su cara, las manos portando la cámara. Piensa en la magia de la foto: capturar un instante que, de otro modo, se perdería ya para siempre. Como cada instante de este mundo, muriendo nada más nacer.
Piensa que congelar el tiempo, aunque solo sea una insignificante parte del tiempo, un minúsculo aquí y ahora, le acerca un poquito, de una compleja manera que ni él mismo llega a comprender, a la inmortalidad; le permite prolongar la lucha de aquellas hojas contra la muerte, invitar al otoño a quedarse un poco más en aquel parque.
Pero piensa también que los niños están, qué suerte, lejos de las nostalgias que el paso del tiempo arroja contra los adultos.
—Me gustan—, le responde situando su ojo en el visor, encuadrando y disparando.— ¿No te parecen bonitas?— le pregunta sonriéndole.
—Bueno… —contesta el niño mientras coge un palo del suelo y se aleja hacia el agua que, cayendo de la fuente, forma pequeños charcos en la arena a unos metros de distancia.
Fotografía: Guada CaulínDeja un comentario